Salvador Guzmán

Presidente del Patronato de la Fundación Aguilar y Eslava, restaurador e imaginero. Son algunos de los motivos por los que es conocido el egabrense Salvador Guzmán Moral, con el que Cabra Noticias ha tenido el gusto de compartir unos minutos.

Presidente del Patronato de la Fundación Aguilar y Eslava, restaurador e imaginero. Son algunos de los motivos por los que es conocido el egabrense Salvador Guzmán Moral, con el que Cabra Noticias ha tenido el gusto de compartir unos minutos.

Cabra.Noticias. Buenas tardes y muchas gracias por recibirnos en el IES ‘Aguilar y Eslava’, en el que acaba de comenzar un nuevo curso escolar. ¿Con qué expectativas se presenta este nuevo año escolar para el conjunto de la comunidad educativa?

Salvador Guzmán. Esperamos un curso normal y tranquilo en el sentido de que no tenemos novedades significativas importantes dentro del ámbito educativo debido sobre todo a que la situación política no ha dado para que haya novedades educativas importantes, por lo que el planteamiento es el mismo del año pasado. Empezamos este curso con unos 500 alumnos repartidos entre ESO, Bachillerato en todas sus modalidades y, en horario de tardes, la educación para adultos y el ciclo para atender a personas en situación de dependencia, que está dando muy buen resultado en los últimos años. La plantilla de profesores es prácticamente la misma del año pasado, situándose en torno a los 40-45 profesionales de la educación, y en cuanto al centro en sí, después de la última reforma realizada en 2013 para adecuarlo a los nuevos tiempos, podemos decir que está en condiciones óptimas para que nuestros alumnos repitan, como mínimo, los resultados académico del curso pasado. En ese sentido, podemos decir que estamos muy por encima de otros centros con índices socioeconómicos y culturales similares y muy por encima de la media de Andalucía, lo que nos convierte en un centro de cierto prestigio.

C.N. Esos resultados, además del trabajo de profesores y alumnos, ¿esconden algún secreto?

S.G. Considero que el secreto de estos resultados está en la tradición y en el ambiente sociocultural de las familias que optan por nuestro centro como lugar de aprendizaje de la enseñanza secundaria para sus hijos. Diría que el 90% de las familias que traen aquí a sus hijos saben que es un centro de referencia y vienen con ganas de estudiar, y eso se nota.

C.N. Un curso en el que este centro educativo cumple 340 años desde su fundación allá por 1679 aunque su actividad académica comenzara unos años más tarde. Si los muros de este edificio hablaran, ¿cuántas anécdotas podríamos llegar a conocer?

S.G. Pues imagínate, porque estamos hablando de uno de los centros educativos más antiguos de España. Este centro se funda a través del legado testamentario de D. Luis de Aguilar y Eslava en 1679 y que, en 1692, comienza su actividad académica convocando las primeras cátedras e iniciándose de esa manera el curso escolar. Desde entonces, se ha dado clase aquí de manera ininterrumpida salvo durante cinco años en el reinado de Fernando VII, lo cual nos da pie a pensar la cantidad de miles y miles de estudiantes que han pasado por estas aulas. Claro, al hablar de estudiantes, siempre nos vamos a los más significativos, como Blas Infante, Niceto Alcalá – Zamora o todo ese repertorio de grandes personalidades que han pasado por aquí, pero como bien dice el director del centro cuando salen estos temas, cuando estas personas vinieron aquí a estudiar eran niños, no grandes personajes de la historia, por lo que podemos decir que gran parte de su personalidad posterior se forjó gracias al instituto ‘Aguilar y Eslava’. Y en cuanto a anécdotas, pues serían incontables, desde los inicios del Real Colegio, el internado en el cual vivían los alumnos, con el personal que estaba a su servicio, hasta su transformación en 1847 como instituto, y cómo desde entonces, el instituto y la fundación ‘Aguilar y Eslava’ han fusionado sus intereses y han trabajado de forma conjunta a pesar de ser dos entidades diferentes. Todos los episodios históricos como la Guerra de la Independencia, la Restauración Borbónica, la República, la Guerra Civil… han tenido un reflejo en la historia del centro y, nuestros archivos, cuentan toda esa historia que es, en definitiva, la historia de la educación en España.

C.N. Todos esos cambios se han reflejado en la vida del centro, pero también el centro ha sabido adaptarse siempre a esos cambios políticos y sociales que han ido transcurriendo…

S.G. Así es. Leyendo un poco las crónicas, publicaciones y memorias que se hacían a principio de curso dan cuenta de que el instituto siempre ha sido una institución y, por tanto, un ejemplo para la sociedad. Sean cuales sean los tiempos, siempre se ha mantenido una centralidad en todas las cuestiones políticas y eso le ha hecho ganarse el respeto de todos los gobernantes y todas las personas que han ejercido el poder central, administrativo, autonómico o local. En sentido, hay una frase muy famosa de D. Ángel Cruz Rueda, que era director del centro cuando se recibió a Niceto Alcalá – Zamora como presidente de la República y que fue el primer alcalde franquista de Cabra, que dice “bienvenido a esta pequeña república de las letras”, como diciendo que este instituto es una entidad cultural y académica abierta al mundo, abierta a todas las opiniones y aquí los conflictos y las situaciones políticas están al margen, quedándose a las puertas del instituto sin traspasarlas de una manera lo suficientemente visceral como para que hayan servido de elemento de disputa.

C.N. Nos decía D. José Calvo en otra entrevista que la erección de este centro educativo es una de las tres cosas más importantes que le han pasado a Cabra según su punto de vista, pero si usted tuviera que decir cuáles son los tres hitos históricos más importantes acaecidos en este centro en su labor educativa, ¿cuáles señalaría?

S.G. El primero de ellos es el legado testamentario de D. Luis de Aguilar y Eslava que se firma en Carcabuey pocos días antes de su muerte, ya que hay que decir que era un clérigo pero al mismo tiempo era una persona pudiente que tenía muchas propiedades en ese municipio, y resulta histórico que una persona de estas características piense que con su dinero se puede construir un colegio en el que puedan estudiar los estudiantes más virtuosos de la villa, lo que constituye una proyección impropia de la mentalidad la época. El segundo es 1847, cuando Isabel II,  instancias de Martín Belda y de otras instituciones convierten el antiguo Real Colegio en instituto de segunda enseñanza en un momento en que en España dicha enseñanza no estaba instituida y se decide crear institutos en todas las capitales de provincia, así como en un puñado de pueblos muy importantes que van a poder disponer de un instituto, entre ellos Cabra porque había suficiente presión política como para ello y porque se contaba con un establecimiento docente de mucho prestigio. La tercera fecha sería la de 1932 porque la república supuso un avance muy importante en la educación en nuestro país, y en concreto en Cabra se vio reflejado con la visita del presidente de la II República Española, D. Niceto Alcalá – Zamora, en lo que supone la única visita al centro de un Jefe del Estado. A día de hoy, estamos haciendo gestiones para ver si somos capaces de traer al actual Jefe del Estado pero por ahora no lo hemos conseguido.

C.N. ¿Qué ha supuesto para la Fundación recibir la Medalla de Andalucía?

S.G. La Medalla de Andalucía es un motivo de satisfacción y de orgullo, porque sienta muy bien siempre que a uno le dan un premio y por cuanto supone premiar a la sociedad egabrense y al cuidado que esta sociedad ha tenido con el instituto y la Fundación durante 340 años. Diríamos que es el reconocimiento a la historia del instituto y de la fundación durante todo este tiempo y a las personas que lo han hecho posible, porque no podemos olvidar que a lo largo de la historia de este centro, ha habido muchos momentos en los que se ha temido por su continuidad, y no hablamos de uno ni dos, sino de ocho o nueve momentos en los que iba a desaparecer, y alguno de ellos relativamente cerca, en los años 80-90. Si no han desaparecido ni la fundación ni el instituto es porque ha habido personas detrás que han hecho verdaderos esfuerzos para que eso no ocurra.

C.N. Con todo, no podemos quedarnos solamente con la parcela educativa porque este centro acoge diversos museos con los que se apuesta fuertemente por la cultura. ¿Cómo surge la idea de crear el Museo ‘Aguilar y Eslava?

S.G. La realidad es que el hecho de que todo esto no haya desparecido con el tiempo se explica por la Fundación ‘Aguilar y Eslava’, ya que si bien, como profesores nos debemos a la administración educativa, esta fundación, aunque sea privada, hace de interlocutora y defensora de los intereses del instituto. Esto es lo que nos diferencia del resto de institutos históricos y lo que explica la pujanza de este centro. Esto, y lo que en todo este tiempo se ha acumulado en cuanto a objetos, piezas de valor, documentos, materiales de enseñanza… haya permanecido en el centro, porque en otros muchos sitios, la universidad, la Diputación, los ayuntamientos… han “saqueado” esos fondos para exposiciones o para montar Museos de Ciencias. Además, gran parte de los institutos de España se segregaron en masculino y femenino en los año 50 y 60, mientras que nosotros no, lo que nos ha permitido mantener el edificio original, las bibliotecas, los archivos y el patrimonio, y esto es lo que nos hace diferentes y atesorar muchos bienes patrimoniales. Entonces, teniendo en cuenta que todo este material estaba prácticamente al completo en las diversas aulas que componen el centro, la fundación se plantea a finales de los 90 y principios del nuevo siglo poner todo este patrimonio a resguardo y en valor, surgiendo de esta manera la idea del Museo ‘Aguilar y Eslava’.

C.N. ¿Cuántas temáticas distintas puede el visitante observar en él?

S.G. Se trata de un museo completo donde se puede estudiar la historia de la educación en España, contemplar a través de la colección pictórica los distintos momentos de la vida del instituto y del Real Colegio, donde disponemos de una sala de exposiciones temporales que la mayoría de las veces son de producción propia, donde en la parte de Historia Natural sobresalen las colecciones de animales de taxidermia, minerales y rocas, donde disponemos de la recreación de un aula histórica llamada ‘Aula Carandell’, así como de gabinetes de Física y Química y de Historia Natural… y todo eso, conformado de manera que el visitante puede reconocer muchos de esos elementos como formando parte de las clases de Historia y que además complementamos con el ‘Museo de la Pasión’, una instalación museográfica patrocinada por la fundación respecto al trabajo del profesor Miñarro en 2001 y montada de manera itinerante bajo el nombre de ‘El Hombre de la Sábana Santa’. Esa exposición itinerante cristalizó en una exposición permanente llamada ‘Museo de la Pasión’ y en ella se cuanta la primera Semana Santa de la historia en base a documentos, objetos y estudios tanto del profesor Miñarro como del Centro Español de Sindonología, como de nosotros mismos. Por todo ello, el Museo ‘Aguilar y Eslava’ se ha convertido en un referente cultural, que además se ha completado con el Centro de Estudios ‘Vargas y Alcalde’ donde se aloja lo más importante de la biblioteca histórica. Todo ello conforma una serie de espacios dedicados al estudio y a la divulgación en los cuales, a partir de convenios y colaboraciones con diversas entidades públicas, se están desarrollando diferentes proyectos de digitalización y de estudio.

C.N. Y todo ello, complementado con el Oratorio de la Purísima Concepción…

S.G. Cierto, no podemos olvidarnos del Oratorio de la Purísima Concepción, espacio religioso que forma parte de la historia del centro porque D. Luis de Aguilar y Eslava indicó en su testamento que se hiciera el colegio pero que se fabricase también una iglesia y se dieran diez mil misas por su alma. La iglesia se construyó pero en los años 70 se transformó en un salón de actos y en los 80 desapareció, con lo cual la fundación tenía una deuda histórica pendiente con su fundador, deuda que ha quedado saldada con la construcción de este oratorio.

C.N. ¿Dónde reside el interés que siempre se ha mostrado desde la Fundación por el conocimiento sobre el llamado ‘Hombre de la Síndone’ desde una visión anatómica lo más realista posible?

S.G. Se conjugan muchas circunstancias, siendo la principal de ellas la amistad personal que tengo con el imaginero y profesor de escultura de la Universidad de Sevilla, Juan Manuel Miñarro López. Cuando yo estudiaba Bellas Artes en Sevilla, él era mi profesor, y posteriormente pasó a ser amigo y maestro, con una relación casi de hermano o de padre-hijo si se quiere. Esta relación fraternal con él hizo que en 2001, en una visita a su taller como las que hago casi cada quince días, yo descubrí un busto en barro con una imagen bastante curiosa de un hombre con el pelo largo, con barba y una mirada profunda, y le pregunté qué Cristo era, pensando que sería uno de tantos encargos como los que un imaginero puede tener en su taller. Pues cuál fue mi sorpresa que aquello no era un Cristo, sino que muy solemne, Miñarro me dijo que era la recreación del ‘Hombre de la Síndone’. Yo le dije que tenía un aspecto de Corazón de Jesús que no podía con él, y Miñarro me dijo que él pensaba lo mismo pero que realmente era la traslación de la imagen de la Síndone a una escultura. Aquello le sirvió a Miñarro para darse cuenta de que la Síndone de Turín, además de comportarse como un negativo fotográfico, ofrecía la imagen perfecta de un hombre con todos los estigmas de la crucifixión y con un parecido extraordinario con lo que llamamos el retrato del Jesús histórico, que no es otra cosa que la imagen que vemos habitualmente en la Historia del Arte o en las esculturas, imagen que se conforma a partir de lo siglos V-VI básicamente a través de una serie de representaciones pictóricas que llamamos iconos. Estos iconos reproducen una misma imagen que es la que se va evolucionando en las distintas fases de la Historia del Arte hasta lo que hoy conocemos como Cristo. Todo el que ve hoy en día una imagen de un Señor con el pelo largo y partido en dos, con una barba prominente y bipartita, con una nariz larga y con unos ojos almendrados y profundos asocia esa imagen con la imagen de Cristo. Pues esa imagen coindice con la exposición del ‘Mandilium’, que es o presuponemos que era la Sábana Santa doblada en cuatro partes de manera que aparecía solamente la parte del rostro, y todos esos estudios llegaron a Miñarro, quien concluyó que el hombre de la Sábana Santa, si no era Cristo, al menos se le parecía muchísimo, y que si él era capaz de haber recreado ese rostro, podía seguir estudiando hasta conseguir la recreación del cuerpo completo, algo que ha hecho en los últimos diez años con todo el detenimiento y todo el rigor científico y escultórico ese lienzo que llamamos la Sábana de Turín o Sábana Santa y que, junto con el sudario o pañuelón de Oviedo conforman lo que pensamos que es la mortaja de Jesús. Pues todo esto, lo tenemos sólo y exclusivamente en el ‘Museo de la Pasión’ de Cabra, lo que lo ha convertido en un centro de referencia mundial de la Sindonología. Si a ello le unimos la tradición religiosa de la Fundación a través de su capilla y al curioso hecho de que cuando se convocaba a los alumnos a la misa diaria en ciertas ocasiones se hacían lecturas alusivas a la Sábana Santa, nos da pie a pensar que en el siglo XIX también el instituto y la Fundación participaba de este movimiento en torno a la Síndone. Es así como ha desembocado todo este puzzle en el ‘Museo de la Pasión’ y en la hechura en los últimos tiempos del Yacente Sindónico, que es una obra espléndida que culmina todos estos estudios y del Cristo de la Fundación, obra bellísima de imaginería que se encuentra en el Oratorio y que la Fundación ha adquirido como regalo para las próximas generaciones.

C.N. La Fundación cuenta desde la apertura del Oratorio como usted dice con dos imágenes de Juan Manuel Miñarro a través de un crucificado y un Cristo Yacente. ¿Se para ahí la obra de dicho imaginero para la Fundación?

S.G. Digamos que Miñarro tiene la faceta de estudioso de la Síndone y la de escultor – imaginero. En ese sentido, el crucificado es una obra de imaginería contemporánea que tiene algunos puntos de contacto con el Hombre la Síndone, mientras que el yacente sí es una obra inspirada en estos estudios de los que hemos hablado antes y que viene a complementar otras obras que ya tenemos, como las tres interpretaciones del rostro del Hombre de la Síndone y la recreación del Hombre de la Síndone en bronce y policromado, con lo que la opción de que nuevas obras de Miñarro vengan al ‘Museo de la Pasión’ es evidente y va a haberlas. Otra cosa son imágenes de carácter religioso o artístico, que en este caso no es probable a no ser que el legado de Juan Manuel Miñarro acabe exponiéndose en el museo.

C.N. Desde la apertura de dicho oratorio, han sido varias las exposiciones que se han podido visitar en él. ¿Veremos pronto alguna exposición más?

S.G. Los primeros pasos del oratorio como pequeño templo están pasando por la actividad cultural mezcladas con la actividad religiosa y es cierto que se han hecho diversas exposiciones como la de los documentos relacionados con la historia de la capilla, la Fundación y el instituto, la exposición de dioramas de Pasión o la de biblias y textos sagrados, pero nuestra idea es que poco a poco se conforme como un sitio de culto. En ese sentido, tenemos previsto exponer material litúrgico que formaron parte de la antigua capilla y que están depositados en una parroquia pero que volverán pronto igual que ha vuelto la imagen de San José. Tampoco descartamos actividades culturales, conciertos, conferencias… pero siempre marcando su carácter religioso porque así lo consagró el señor obispo.

C.N. ¿Veremos en el futuro salir de dicho oratorio a alguna cofradía?

S.G. Bueno, la puerta se ha hecho lo suficientemente grande como para eso, pero no seré yo quien saque al Cristo de la Fundación en procesión porque no se ha hecho con ese objetivo. Con todo, evidentemente, tampoco seré yo quien impida a las generaciones futuras que hagan de esta pequeña capilla un sitio de acogida de imágenes o de salidas procesionales. Eso está todo por ver pero nosotros hemos reasentado las bases para el siglo XXI, para que sean los nuevos patronos que vayan sucediendo a los actuales quienes digan por dónde deben ir los designios de todo este complejo cultural.

C.N. En los últimos días se ha incoado el expediente para declarar como BIC el ara del obispo Bacauda y el Mausoleo de la Vizcondesa de Termens. Si a ello le sumamos la oferta cultural y museística de esta Fundación, el Museo Arqueológico Municipal, los yacimientos arqueológicos en los que no cesan de aparecer piezas históricas de especial relevancia… ¿Considera que Cabra tiene potencial para que buena parte de su población pudiera vivir del turismo cultural?

S.G. Estoy convencido de que sí, y además es una de nuestras apuestas, porque no hay que ser muy avispado para darse cuenta de que todo lo que nosotros hemos hecho supone una inversión muy, muy importante. Tanto es así que nuestro museo y nuestra Fundación requieren económicamente de unos recursos que no tenemos, pero pensamos que en el futuro será una inversión, ya que el valor de nuestro patrimonio cultural, la sensibilidad cultural que los egabrenses tienen y el interés con que acogen todas las iniciativas culturales que se organizan convierten a nuestra ciudad en una ciudad distinta en ese sentido. Yo tengo una vinculación muy especial con Sanlúcar de Barrameda, una ciudad histórica impresionante, con 70.000 habitantes, y ahora mismo casi capital del mundo porque se está celebrando el 500 aniversario de la primera vuelta al mundo, y sin embargo allí no hay museos ni un teatro municipal ni una institución cultural de la altura de la Fundación ‘Aguilar y Eslava’, y cuando vienen amigos míos de allí a visitarme me reconocen la importancia que tiene Cabra por sus museos, sus yacimientos arqueológicos… por mucho que ellos tengan un potencial cultural e histórico muy superior al nuestro. ¿Qué ocurre? Pues que no le han visto aún la punta porque están más centrados en el turismo gastronómico y de playa. Sin embargo, estoy seguro que el día que el turismo de masas recale en el interior de Andalucía nosotros seremos un pueblo con muchos recursos para crear una infraestructura de la que puedan depender muchos trabajos y muchas familias.

C.N. ¿Necesita Cabra un Museo de la Semana Santa?

S.G. Hace unos años te diría que sí, pero ahora mismo no lo tengo tan claro y lo digo con fundamentos porque si sé de algo, es precisamente de museos. Los museos tienen una triple finalidad, como es la de conservar, exponer y educar. Conservar para que lo que está disperso y mal cuidado se conserve mejor en un museo; exponer para que las personas puedan darse cuenta de la historia de una ciudad o de cualquier acontecimiento histórico viendo los elementos que se exponen en un museo; y educar porque las nuevas generaciones, y especialmente los escolares, aprenden mucho a través de las visitas a los museos. Cuando hablamos de un Museo de la Semana Santa, hablamos de escoger un lugar físico donde aglutinar todo, o parte del patrimonio de las cofradías, para que se den en él las tres premisas señaladas anteriormente, y yo creo que, permítaseme la expresión, a estas alturas de la película, la mayoría de las cofradías tienen la suficiente sensibilidad hacia su patrimonio para conservarlo e incluso muchas de ellas, exponerlo a través de Casas de Hermandad. Por tanto, intentar reunir una especie de museo aglutinador con todas las diferencias y toda la diversidad de las cofradías es algo muy complejo. Sin embargo, soy de la opinión sí creo que se podría buscar un lugar para hacer un gran museo de la Virgen de la Sierra, que ese sí que es un tema que necesita una reflexión profunda que yo he trasladado ya a distintas juntas de gobierno de la Archicofradía. No voy a meterme en sus decisiones, pero creo que el bagaje sentimental y el patrimonio simbólico y religioso que tiene la Virgen de la Sierra da para un gran museo que, además, sería muy significativo y explicativo de la historia de la ciudad. Lo de las cofradías, casi que prefiero que sigan haciendo la guerra por su cuenta.

C.N. El escultor – imaginero – restaurador, ¿nace o se hace?

S.G. Diría que nace pero se tiene que hacer. Es cierto que hay personas que por su sensibilidad y por moverse en cierto entorno cultural, en un momento dado pueden verse dedicados a la actividad artística, escultórica o de cualquier otro tipo relacionada con la Semana Santa, y más en Andalucía. Yo le decía en broma a un amigo que si fuera japonés, quizás me llamarían la atención los samuráis, porque entiendo que el entorno cultural también define la personalidad de los artistas. Es por eso que me ha interesado siempre la imaginería, porque la veo como una interpretación de la cultura con una ascendencia social muy notable y con unas características estéticas y técnicas muy interesantes. Ese fue mi primer interés, pero después descubrí la restauración y me di cuenta de que es incluso más interesante porque realizar una obra es, digamos, un poco “egoísta”, por cuanto supone tu traslación como creación personal, y sin embargo, los cuidados que requiere una imagen que vas a restaurar te da pie a valorar la escultura histórica y artística en toda la dimensión que a mí más me interesaba. A lo largo de mi trayectoria, habré restaurado uno o dos cuadros, y sin embargo, he restaurado decenas de esculturas religiosas, porque es lo que realmente a mí me interesaba. En ese sentido, el artista nace con esas cualidades y esos intereses, y se hace porque la formación es fundamental tanto en el imaginero y mucho más en el restaurador, porque son unas prácticas muy complejas, muy antiguas, que casi siempre se han aprendido de maestro a discípulo y, por tanto, conocerlas en todo su detalle es muy complicado y te lo tienen que explicar muy bien.

C.N. Le preguntaba antes por el papel que ha jugado el profesor Miñarro para la Fundación, pero ¿qué papel ha jugado en su trayectoria?

S.G. El profesor Miñarro prácticamente es parte de mí. Es alguien muy cercano en lo personal con quien mantengo un contacto casi diario porque es mi asesor, mi maestro, quien me aconseja, quien me dice cómo actuar, me critica, me valora y eso para mí es fundamental. Tanto es así que, si no le hubiera conocido, muchas de las cosas que he hecho no las habría podido hacer porque siempre ha sido mi referente.

C.N. De todas las Imágenes que han pasado por sus manos, ¿con cuál o cuáles acabó por crear un vínculo especial que le haya dejado marcado?

S.G. Hay muchas, porque las imágenes procesionales no son una de obra de arte al uso, sino que son obras de arte que tienen una vida propia. No están pensadas para estar en un museo, sino para que la gente les rece, las saque en procesión, les pida, les suplique… son intermediaciones en el ámbito religioso entre la divinidad, el creyente y el fiel, y realmente hay algunas imágenes que impactan. Si ya impactan cuando los ves en una iglesia, imagínate en tu casa. Imagina por ejemplo el Gran Poder en tu casa. Sin embargo, como yo le digo a mis clientes y a las cofradías, nosotros nos comportamos como los médicos en el ámbito de la restauración, y debemos de comportarnos con la misma frialdad y distancia que un médico tiene con un paciente. Procuramos no implicarnos anímicamente con ellas, pero hay veces que es difícil, y hay imágenes como el Cristo de la Sangre de Baena, que he tenido la satisfacción de restaurarlo dos veces (en 1986 y otra más reciente), certificada su hechura por Pablo de Rojas y declarado BIC que impresiona por su calidad técnica y artística. ¿Pero qué decirte del Nazareno de Baena? Es otra imagen que impone y del que incluso tengo una cuadro de cerámica en mi taller que recuerda su estancia allí porque soy consciente de que esa imagen que es referencia de un pueblo pasó por mis manos y procuré darle todo mi cariño y mis conocimientos como restaurador. Y así muchas otras, como el Cristo del Silencio de Cabra, del que mi madre guardaba una astilla de su restauración en los años 60 que ha llevado siempre cuando ha dado a luz o se ha sometido a una intervención quirúrgica, y hacerlo incluso coincidir en el taller con el Cristo del Silencio de Lucena, que también tiene una gran ascendencia histórica y social. Todo ello te marca, como me marcó la presencia del Nazareno de Sanlúcar de Barrameda o de San Lucas, patrón de dicha ciudad.

C.N. ¿Cómo sabe el imaginero que ha llegado a su cénit?

S.G. Te das cuenta cuando ves que todo lo que haces lo haces bien, en el sentido de que te sientes satisfecho, cuando además ves que el público cofrade o los cofrades lo perciben con esa sensación de plenitud, y cuando te das cuenta de que no tienes muchos más años por delante para aprender y empiezas a otear en el horizonte que va a ser muy difícil llegar más alto. Yo estoy más o menos en esa etapa.

C.N. ¿Se puede explicar lo que siente un imaginero cuando ve procesionar o rezarle a una Imagen creada por él?

S.G. Es una sensación agridulce porque una imagen es como un hijo. Es una creación tuya, y para ti es perfecta aunque otros no lo valoren así. Al principio el vínculo emocional es muy grande, porque te preocupa mucho lo que le pase, si llueve o no, si sale o no, pero con el tiempo la imagen toma vida propia y te vas distanciando de ella porque es como un hijo que crece y al que cada vez le haces menos falta. La imagen toma su propia personalidad, gracias también a la cofradía que está alrededor, y ya no es que estorbes, pero sí que te das cuenta que no haces mucha falta. Es como un hijo que se casa y tu papel ya cambia, y en ese momento las relaciones con las imágenes se hacen más distantes y parece que incluso incomoda tu presencia física. Luego cuando mueres pasa todo lo contrario, y lo vamos a ver ahora con Álvarez Duarte, que apenas tenía relación con algunas cofradías desde hace veinte años y esas mismas cofradías van a asumir ahora a Álvarez Duarte como si fuera una parte trascendental de la historia de la cofradía. Yo suelo ser cuidadoso y mantener distancias con las cofradías que tienen imágenes mías para no estorbar y no sientan que soy un personaje crítico que los está cuestionando. Cuando voy a ver la Virgen del Rosario el Lunes Santo por ejemplo procuro ocupar un lugar discreto en la acera porque no quiero que me miren, me digan o estén pendientes de mí. No quiero ningún afán de protagonismo y por eso muchas veces no asisto a muchas procesiones de imágenes realizadas por mí. Con todo, sé que esto le pasa a más gente, y así me lo ha trasladado en muchas ocasiones el profesor Miñarro mediante historias y anécdotas que nos pueden pasar cuando vamos a algún sitio y tienen alguna imagen nuestra.

C.N. La mayor parte de los imagineros coinciden en que la obra más complicada de crear es un crucificado. ¿Está de acuerdo usted con esa línea de pensamiento?

S.G. Complicadas son todas, pero lo realmente complicado es conseguir unción sacra, es decir, que la imagen mueva a la devoción. Nosotros podemos hacer una Virgen muy bonita, una imagen muy arriesgada… pero que trascienda esa frontera de convertirse de una escultura a una imagen religiosa es muy complicado. Por eso las figuras secundarias suelen ser tan vistosas, ya que se pueden hacer muchas cuestiones de tipo escultórico y técnico del tipo que se parezcan a alguien, que tengan ciertas actitudes grandilocuentes… pero la imagen religiosa debe llamar a la devoción y eso es muy complicado. En cuanto a la técnica, estoy de acuerdo en pensar que un crucificado puede ser lo más difícil, pero tú mismo sabes que en ese sentido se ha avanzado muchísimo, desde modelar en directo como yo mismo hice con el San Juan Evangelista de Encinas Reales esculpiendo casi todo el cuerpo, hasta lo que se hace ahora, que se crea la imagen en plastilina, se escanea y lo reproducen en un taller a cientos de kilómetros con un archivo informático, fíjate si ha cambiado la cosa. Hoy la técnica no tiene fronteras, si bien son procesos muy laboriosos, muy costosos y requieren de una gran preparación.

C.N. Preguntarle por quiénes son para usted los tres imagineros más importantes de la historia podría ser fácil pero, si le preguntara quiénes son para usted los tres imagineros a los que augura un mejor futuro, ¿a quiénes destacaría?

S.G. Es difícil de responder porque a día de hoy el repertorio de imagineros que tenemos es muy extenso. Por no remontarnos a la historia del arte como dices, y nombrar a Montañés, Juan de Mesa, Pablo de Rojas y toda esa saga de escultores que sería infinita, escultores que pasen a la historia del arte va a ser difícil. Escultores que a mí me hayan marcado personalmente, te diría Ortega Bru por ejemplo, que pertenece a una vertiente de escultura muy expresionista. Por otro lado, de la línea de Buiza, que es con la que más me identifico porque Miñarro es discípulo suyo, y yo soy discípulo de Miñarro, considero que Buiza no va a pasar a la historia del arte con letras de oro, pero creo que Miñarro sí va a hacerlo porque en la imaginería actual es un punto y aparte. Hay quien le llama gore, realismo tremendista, hiperrealismo naturalista… y yo no voy a entrar en etiquetas aunque evidentemente ahí hay una línea de trabajo de imaginería contemporánea del siglo XXI que creo que protagoniza Miñarro en cuanto a técnica, teórica y documentación. Por último, en la línea que viene predominando hoy en día y que no lo digo ni mucho menos de forma despectiva, denominado neobarroco gay o esculturas dulcificadas, hay escultores brillantísimos, como pueden ser Antonio Bernal o Francisco Romero Zafra, que son verdaderos referentes de un tipo de escultura muy bella y helenística en otros casos, con la que yo me alineo en algunos aspectos, en otros no porque voy más en la vertiente de Miñarro,  en ese sentido no podemos olvidarnos de Álvarez Duarte, auténtico referente en esas Vírgenes tan guapas y en esa imaginería contemporánea que tanto ha gustado y que probablemente en los próximos tiempos tendrá su contrapunto con esa imaginería expresiva que ahora mismo no tiene mucho predicamento pero que lo tendrá dentro de poco porque los pendulazos en la historia del arte son inevitables.

C.N. Hace escasos días se ha marchado Luis Álvarez Duarte. ¿Qué se pierde con él? ¿Cree que es uno de los imagineros más influyentes, si no el que más, del siglo XX?

S.G. Álvarez Duarte es discípulo de Buiza, igual que Miñarro, pero desde muy pronto coge una línea de esta imaginería que he señalado como dulcificada en el buen sentido de la palabra, de la estética por la estética y de imágenes bellísimas que cala muy pronto en el ámbito cofrade y marca una línea en el 90% de la imaginería actual. Por ello, perderle a él es perder ese referente de la imaginería contemporánea tan estéticamente marcada. Por ello, creo que en los próximos años su memoria se verá muy acrecentada como ocurrió por ejemplo con Martínez Cerrillo, que cuando estaba en vida era considerado de segunda fila por muchos cofrades, y actualmente ha tomado una presencia mucho más notable que la que tenía en su momento. Probablemente, en la próxima Semana Santa se va a hablar mucho de él, se le va a poner el “don” de manera definitiva y vamos a ver cómo su obra, especialmente la mariana, va a tomar una dimensión que realmente ya tenía pero que cuando el autor estaba vivo no se daba tanto a la explosión de la emotividad.

C.N. Por nuestra parte es todo, ¿desea añadir algo más?

S.G.  Pues agradecer que os acordéis de mí, porque los artistas tenemos ese punto de que nos gusta tener cierta proyección social, no hay que negarlo. En ese sentido, que me hayáis llamado, me hayáis entrevistado y lo hayáis hecho tan bien, con tanto conocimiento de todos los asuntos de los que hemos hablado, me agrada mucho, he estado muy a gusto y ha sido un placer contestar estas preguntas, esperando que las respuestas hayan sido suficientemente interesantes.

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