Blas Infante, andaluz insigne, autor de la letra del himno de Andalucía en una de sus estrofas dice “..por Andalucía libre, España y la Humanidad” queriendo indicar la necesidad de que los andaluces trabajemos por nuestra tierra, que en definitiva es trabajar por España y la Humanidad.
Este espíritu cosmopolita y abierto es el que inunda toda la filosofía del andalucismo de Blas Infante. El defendía una tierra en la que todos, ricos y pobres, hombre y mujeres, tuviesen su oportunidad, tuviesen trabajo, que las grandes posesiones de tierra desapareciesen de manos de los terratenientes y entregarlas a la mayoría del pueblo andaluz, para que, trabajando juntos, Andalucía fuese una tierra próspera en el conjunto de un pais llamado España.
Aquel ideal andaluz surge de una realidad palpable como era el hambre y la miseria padecida por un pueblo “…que vive en una tierra rica llena de gente pobre”. Un pueblo que no disponía de la tierra para poder comer, ya que se encontraba en manos de unos pocos que funcionaban únicamente según sus intereses. Aquella miseria hizo que numerosos andaluces salieran de nuestra tierra y, como agua de lluvia, se extendieran por toda España con la intención y deseo de conseguir un trabajo, un poco de pan que llevar a la boca de sus hijos de sus familias. Se repartieron por el extranjero pero también por algunas regiones de nuestro país.
Precisamente Cataluña fue una de las regiones que mas se beneficiaron en este reparto informal de trabajadores andaluces, hasta tal punto que durante mucho tiempo llego a decirse que la novena provincia andaluza se encontraba en Cataluña. Ocuparon trabajos que los propios catalanes no querian, vivieron miserias semejantes a las que venian huyendo, pero no cabe duda que su esfuerzo, su trabajo colaboro al crecimiento de aquella región de acogida.
A principios del XIX Andalucía tenía un producto interior bruto por habitante (PIB/h) superior a la media estatal (a la que no llegaba Cataluña) y contaba con industria como la siderurgia y textil. La primera radicaba principalmente en Málaga y Sevilla, pero también en Marbella, El Pedroso, Cádiz o en fundiciones de plomo como Adra. La textil estaba más dispersa: Sevilla, Cádiz, Málaga, Antequera, Ronda, Écija, Baena, Osuna, Albox, por citar algunos. Existía una relevante industria agroalimentaria (azucarera y tabaco, sobre todo) y una serie de producciones de todo tipo, curtidos, cordobanes, calzado, madera, muebles, metálicas, herramientas, loza, alfarería, jabón, astilleros en varios puertos (Sevilla, Huelva), lámparas de Lucena, joyas (Córdoba, Cádiz).
Pero Cataluña, los empresarios catalanes, defendiendo su cercania a Europa, presionaron hasta conseguir un proteccionismo que les permitió adueñarse del mercado textil español, incluidas Cuba, Filipinas, en detrimento de Andalucía, puerta de entrada de África. Y, así, durante el S. XIX Cataluña consiguió ser la primera en muchas cosas, continuando los privilegios en el siglo XX como nuevos aranceles, monopolio de ferias de muestras internacionales hasta 1979, primeras autopistas, instalación de Seat, entrega a empresas catalanas del sector estratégico de la energía, modelos convenientes de financiación autonómica, etc.
En la revista Mediterráneo Económico encontramos un cuadro estadístico, que compara la economía andaluza y catalana a comienzo del siglo XXI.
Los números únicamente son datos que están ahí, reales y reflejo de una situación. No quiero caer en la tentación y comentarlos, no. Quiero ser lo mas objetivo posible dejando a la interpretación de los lectores las diferentes versiones que pueden darse, pero me van a permitir una pequeña licencia, una pregunta. ¿Estaría equivocado si pienso que los andaluces y andaluzas que emigraron a Cataluña a mediados del siglo pasado tuvieron algo que ver en su despegue económico?. Probablemente no este equivocado.
A los cambios ocurridos en Cataluña, en Andalucía se contesta con una actividad agraria asignada en régimen de grandes latifundios y gran absentismo de los terratenientes que, localizados sobre todo en Madrid, llevaron a una perdida de empleo debido a la mecanización de mediados del siglo XX. La fuerte emigración lleva a cerca de un millón de andaluces que sumados a los allí nacidos puede decirse que en torno al 25% de la población catalana es de origen andaluz, con las consecuencias propias de rejuvenecimiento de la población, incremento del consumo, de las viviendas, servicios, infraestructuras, etc. Mientras que en Andalucía se producía todo lo contrario.
Durante la dictadura franquista la distribución de los presupuestos estatales benefició más a Cataluña que a Andalucía y ya en la democracia se atenúa esa situación, pero, por ejemplo, en el último reparto del Fondo de Liquidez Autonómica (FLA), Cataluña recibe el 30 % del total con una media por habitante casi el doble de la andaluza. Hoy el PIB/h catalán supone un índice de casi el 118 de la media estatal, mientras que Andalucía es del 75.
A pesar de todo lo dicho anteriormente existe cierto menosprecio de algunos dirigentes catalanistas hacia Andalucía, tal vez para atraer a su causa una importante parte de la población de origen andaluz. Podemos encontrar declaraciones y escritos de Jordi Pujol (1976) sobre el hombre andaluz (incoherente, anárquico, destruido, poco hecho, ignorante) e incluso del portavoz del Gobierno catalán, queriendo demostrar un desarrollo catalán autónomo.
A todos podemos contestar diciendo que si bien en parte ha actuado la laboriosidad y el espíritu de iniciativa de la sociedad catalana, ésta ha llegado a la ventajosa situación actual con notables aportaciones externas, incluidas las andaluzas.