Una de las experiencias más bonitas que como padre o madre se puede vivir es la participación activa en la educación de un hijo. Esta participación no debe entenderse como un apoyo a la formación que los niños reciben en el colegio, pues este punto de vista delega prioritariamente en los profesores la difícil misión de educar. Muy al contrario, la familia, y la extensión de ésta en la sociedad, supone la influencia más importante en el desarrollo psicológico de los niños.
Cierto es que una buena formación es determinante para que los alumnos adquieran conocimientos teórico-prácticos que les van a ser muy útiles en el futuro, pero no es menos cierto que en el seno familiar van a adquirir pautas de comportamiento, hábitos higiénico-alimentarios, creencias,… Así pues, será muy interesante que los padres nos concienciemos de nuestro importante papel en la educación de los hijos.
En los muchos años de participación dentro de la asociación de madres y padres del colegio donde mis hijos estudian, he tenido la oportunidad de entrar en contacto con muchas familias y conocer cómo encaran la educación de sus retoños. Lo que más me ha chocado durante este tiempo es la convicción de algunas familias de que su compromiso en la formación de sus hijos empieza y termina en asegurar que éstos acudan al colegio y superen los sucesivos cursos de forma más o menos exitosa. Otros padres están más comprometidos con esta misión formativa, se vuelcan con mayor intensidad en la misma y suponen un eficaz refuerzo a los conocimientos adquiridos en clase. Sin embargo, unas y otras familias olvidan, con mucha más frecuencia de lo que cabría esperar, un tercer pilar en la educación de sus hijos: el desarrollo social.
Este pilar resulta fundamental, pues la efectiva evolución social del individuo determina en no pocas ocasiones el éxito en la vida, incluso por delante de los conocimientos atesorados. Con frecuencia es simplemente obviado, quedando a la sombra de las obligaciones laborales y familiares.
No se trata de ser unos super-padres cuya principal misión en la vida sea la educación de los hijos… ni mucho menos. Más bien se trata de participar en la misma. ¿Cómo? Disponemos de variadas formas, pues hoy día existen numerosas organizaciones con las que se puede colaborar junto con los hijos, de forma que estos entiendan el valor de la colaboración social.
Pero sin duda alguna, en materia educativa, los padres estamos obligados a tener participación en las asociaciones de madres y padres de alumnos (A.M.P.A.) que existen en todos los centros educativos. Siendo socios de las mismas y acudiendo a las puntuales asambleas que éstas deben celebrar a lo largo de cada curso, se puede tomar contacto con las inquietudes del resto de familias de la comunidad escolar. Participar en las actividades y proyectos organizados supone respaldar el papel de las familias en la educación.
Más allá de esa militancia básica, se puede formar parte de las juntas directivas de dichas AMPAS, tomando decisiones y apoyando iniciativas que pueden mejorar notablemente la convivencia escolar.
Y más allá aún, el representar a los padres en el consejo escolar de cada centro supone el estar directamente informado del devenir de ese centro educativo, teniendo voto –al menos en tanto la LOMCE no convierta los consejos escolares en meros instrumentos consultivos- en las decisiones importantes de la vida de la comunidad escolar.
Teniendo en cuenta todo lo expuesto anteriormente, me permito el lujo de hacer un llamamiento a las familias para que participen de lleno en las AMPAS, dejando de lado las excusas. No se pretende que acudan todos los miembros de la familia, basta con que vaya uno de ellos (padre, madre, abuelo o abuela,…) para estar plenamente integrados. Si la excusa es que no se fía de lo que hacen estas asociaciones, más razón aún para acudir y pedir las explicaciones que sean precisas sobre la gestión desarrollada. Si por el contrario, no le gustan las personas que están al cargo de la asociación, no tiene más que buscar las personas que estime adecuadas para dar un paso al frente y optar a tomar el control de la asociación, pues estas organizaciones tienen, por imperativo legal, unos estatutos públicos donde se especifica diáfanamente la forma de acceder a la dirección de las mismas.
En definitiva, se trata de aunar esfuerzos para lograr la mejor educación posible para nuestros hijos y optar a un futuro mejor. No olvidemos que el futuro es de ellos, y que de la educación que les ofrezcamos dependerá cómo afrontarán el reto de conducirse en la vida.
Yo participo en ese esfuerzo, ¿tú participas?