En el Patio de Cristales de la Fundación Aguilar y Eslava, el pasado día 26 de diciembre, Francisco García Montoya presentaba su nuevo libro “Una agricultura de lo posible”. El autor fue acompañado en este acto, además de por una numerosísima audiencia, por el presidente de la Fundación Promi, Juan Pérez Benítez y por el secretario de la Fundación Aguilar y Eslava, Antonio Ramón Jiménez Montes.
El autor pone las bases en “Una agricultura de lo posible”, de una manera diferente de ver la agricultura. Y esta nueva forma de ver esta actividad la sustenta sobre cuadro pilares, a saber: en primer lugar, la agricultura tiene que ser rentable para el agricultor; en segundo lugar, la agricultura es si misma es una actividad mala para el medio ambiente. Históricamente es una de las actividades humanas que más han transformado el entorno; en tercer lugar, la agricultura al mismo tiempo que es mala en si misma, es básica y absolutamente necesaria para el hombre, puesto que no sólo provee el sustento de los agricultores que viven de ella, sino que también produce los alimentos que necesitamos y sin los cuales la sociedad no podría funcionar; y, finalmente, la idea de desarrollar una actividad agrícola lo más equilibrada con el medio ambiente no es una cuestión de políticas gubernamentales, sino, que debe ser una cuestión en la que los agricultores estén convencidos de que es su obligación para con el medio ambiente y para con la sociedad en la que viven.
García a lo largo del texto va analizando y desgranando cuestiones como el paisaje, la vegetación autóctona, el suelo, la materia orgánica del suelo, el efecto “campo silencioso” que han provocado los insecticidas, el efecto “patio de mi casa” que han producido los herbicidas, etc., etc.
Para Francisco García la agricultura de lo posible “supone desarrollar prácticas culturales lo más respetuosas posibles con el medio ambiente y con las personas, entre ellas se pueden citar lo no utilización de herbicidas, el empleo restringido de insecticidas, el abono orgánico, el aumento de la diversidad de las comarcas olivareras, la regeneración de los suelos y del paisaje”.
Y para finalizar, García introduce y analizar un nuevo concepto que ha venido en denominar “la responsabilidad ecológica y social” de los agricultores.