¿Pagarán algún precio por su desprecio?

Autor: Francisco García Montoya

(El autor es agricultor, licenciado en Ciencias Geológicas por la Universidad de Granada, doctorado en Botánica por la Universidad de Córdoba y Catedrático numerario de Bachillerato jubilado).

Hace unos días publiqué un artículo titulado “CO2: El mayor escándalo científico de nuestro tiempo” en el que trataba de exponer cómo surgió ese falso paradigma del calentamiento global causado por el hombre, y cómo y por qué se ha llegado a considerar el CO2 como el principal compuesto causante del efecto invernadero en el planeta cuando en realidad no es ni mucho menos el más importante, es más, podemos decir que desde el punto de vista del efecto invernadero es irrelevante. Sin embargo, desde el punto de vista de la vida en el planeta es de suma importancia porque contiene el carbono que a través de la fotosíntesis termina constituyendo la materia orgánica de todos los seres vivos, así como los yacimientos de carbón y petróleo que tanto necesitamos como fuente fiable de energía en la actualidad. Las políticas descarbonizadoras que tanto preconiza la malvada Agenda 2030 no solamente son negativas para la economía, la agricultura, la ganadería y la sociedad en general, sino que si fueran efectivas y consiguiesen reducir el porcentaje de CO2 de la atmósfera su efecto sobre el ecosistema sería nefasto porque se reduciría la fotosíntesis de las plantas, la producción primaria del ecosistema caería y nos veríamos en serios problemas para producir la suficiente comida necesaria para alimentar a la población humana. Lo que realmente nos vendría bien sería un aumento del CO2 atmosférico que actuaría como un abono para las plantas. Claro que uno de los objetivos que persiguen los oligarcas multimillonarios que fomentan la ya famosa Agenda 2030 es reducir drásticamente la población humana y una forma de conseguirlo es hacer que el ecosistema planetario sea menos productivo lo que generará hambrunas y debilitamiento de la población que la hará más sensible a las pandemias o “pestes” como se decía en la Edad Media. No duden ustedes que los invisibles y oscuros poderes que están detrás de la Agenda 2030 lo saben y lo tienen muy claro de ahí su afán por reducir el CO2.

En dicho artículo también comentaba que llegado a un punto me perdía en la historia reciente, pues bien, hoy he visto un vídeo titulado “Dudas razonables” sobre el alarmismo climático firmado por JJ. Mercado, aquí dejo su dirección URL (https://www.youtube.com/watch?v=RpFtIv6zK4M&t=2s), que es una magnífica continuación de la historia en el punto en el que yo dije haberme perdido. Recomiendo al lector que vea ese vídeo porque expone con seriedad y claramente el asunto e intervienen profesionales de la talla del profesor Huertas de Soto. Es largo (53 minutos), pero merece la pena verlo.

Me da la impresión que detrás de la malévola Agenda 2030 hay un poder en la sombra que persigue la destrucción de Europa y ha comenzado con España. El proceso comenzó hace muchos años porque ya Henry Kissinger, de triste recuerdo, dijo que España tenía que ser un país débil y a buen seguro que lo han conseguido ya en los primeros tiempos de la democracia se encargaron de cerrar la minería, incluso ahora tenemos prohibido por ley prospectar los recursos mineros de nuestro propio país, desmantelaron la industria pesada, las políticas europeas se encargaron de cargarse la pesca. En el norte consiguieron eliminar la ganadería lechera familiar que tradicional había redondeado la economía de las familias, hoy los antaño verdes prados de Cantabria y Asturias, de donde salía el heno para el ganado, se han transformado en urbanizaciones de chalets.

Ahora vienen a por la agricultura y lo hacen “a calzón quitado” sin ningún disimulo y lo más rápidamente posible, antes de que a la población le dé tiempo a reaccionar ante la salvajada de sustituir suelos fértiles plantados de olivares, naranjales, limonares, etc., por placas solares y cuando uno ojea las páginas web de las empresas “solares” se queda pasmado cuando lee que la implantación de los parques solares aumentará la biodiversidad, mejorará el suelo y no tendrá gran impacto en el ecosistema y en el paisaje que viene a ser como el fenotipo del ecosistema. Ya sabemos que prácticamente esterilizan el suelo, eliminan la vegetación, espantan a la fauna salvaje porque los animales no son tontos y se van buscando sitios mejores, afean el paisaje al que confieren un aspecto similar al alicatado de un cuarto de baño, afectan a la economía de las comarcas porque suponen una importante pérdida de empleos agrícolas, socialmente arruinan la vida y la economía de aquellos cuyas tierras son expropiadas invocando la “utilidad pública” y convierten a los que las han cedido voluntariamente en personas indolentes que han renunciado a luchar por la mejora y producción de sus tierras, en resumen unos y otros en rebaños ovejunos de individuos subvencionados y fácilmente manipulables.

Además, y el caso de Cabra es muy evidente, vienen con la intención de expoliar las reservas de aguas subterráneas que alimentan los manantiales dispersos por toda la zona de olivar y que permiten a los agricultores realizar los tratamientos fitosanitarios. El pueblo está alimentado por muy buenos manantiales debido a lo cual en la pasada época de sequía no hemos tenido restricciones de agua, pero ¿qué pasaría cuando tengamos que compartir nuestra preciada agua con los parques solares? Hagamos una cuenta: van a poner 650 hectáreas de parques solares que consumirán una media de 800 litros por hectárea y día, es decir, cada día consumirán en torno a 520.000 litros de agua lo cual es mucho; en Cabra viven unos 20.000 personas y según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE) referidos a 2022 cada español consume unos 128 litros de agua diarios, por tanto los ciudadanos de Cabra gastamos en conjunto y de media unos 2.560.000 litros de agua diarios; esto quiere decir que el gasto de agua diario de los parques solares supondrá el 20’3% del consumo diario de los todos los hogares egabrenses. Esto significa que van a competir por el agua con los ciudadanos de Cabra y seguro que ganarán ellos porque tienen poder, dinero y el apoyo hasta ahora incondicional de los partidos dominantes a todos los niveles, nacional, regional y local, aunque en el caso de Cabra el regidor nos ha asegurado que el ayuntamiento está del lado de los ciudadanos y mientras no se demuestre lo contrario hay que creerlo. De todas formas, preparémonos para futuras restricciones de agua.

Por si fuera poco, me llegan noticias de que quieren poner en Cabra un centro de inteligencia artificial (IA) que consume enormes cantidades de agua que se sumarán al gasto de los parques solares. Según un artículo de National Geografic titulado “La sed de ChatGPT: la IA consume una cantidad de agua alarmante” la generación por parte de la IA de un texto de 100 palabras requiere un gasto de 519 mililitros de agua, algo más de medio litro, y en la web del Instituto de Ingeniería de España se puede leer que para realizar entre 10 y 50 consultas la IA de OpenAI consume unos dos litros de agua; se señala también que aunque esas son las previsiones en la práctica el consumo es todavía mayor.

Vemos al gobierno de la nación más preocupado por quién vota en Eurovisión que por resolver los problemas de los ciudadanos y empecinado con desactivar todas las fuentes fiables de energía a favor de la inestable energía fotovoltaica y eólica. Vemos al presidente de Andalucía fotografiándose satisfecho junto a un parque solar. En fin, vemos a la clase política cada vez más lejos de los ciudadanos que somos quienes los hemos votado.

Imagino que tendrán que pagar algún precio por su desprecio.

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