Repuesto al culto el conjunto escultórico de la Virgen de las Angustias tras una delicadísima intervención

El Convento de las Madres Agustinas ha acogido en la tarde de hoy la Misa de Acción de Gracias por la reposición al culto del grupo escultórico de Nuestra Señora de las Angustias y el Cristo Yacente, tras la restauración a la que se ha sometido en los últimos meses por parte de Santiago Molina Ruiz.

Por lo que respecta a la talla del Cristo Yacente, su estado de conservación era delicado, ya que presentaba numerosas grietas y pérdidas de policromía diseminadas por toda su superficie. La Sagrada Imagen ha sido sometida a diversos estudios, tratamientos y procesos de conservación, limpieza, consolidación y reintegración. Igualmente, han sido especialmente cuidadas y preservadas las pátinas naturales aportadas por los siglos que tanto caracterizan a tan valiosa talla. El Cristo presenta un aspecto final que en nada difiere del original, salvo que ahora toda su estructura es sólida y carece de las lagunas y faltas de policromía que presentaba.

En cuanto a la intervención de la Virgen de las Angustias, ha estado marcada por la continua aparición de una serie de circunstancias que han hecho que el plan de intervención debiese ser modificado en diferentes ocasiones para adaptarlo a los nuevos descubrimientos y problemas que presentaba, ya que nada más despojar a la talla de las telas que la recubrían, comenzó a evidenciarse que había sido intervenida con anterioridad y que esta intervención había sido muy extensa, afectando a partes fundamentales de la obra y realizada con tosquedad. Estas alteraciones tan poco respetuosas con la integridad estética y material de la obra, afectaban gravemente a su estética e histórica, pues habían producido un debilitamiento estructural, falseamiento iconográfico y descomposición en la lectura del conjunto escultórico.

Entre las alteraciones y mutilaciones, que según el restaurador, la imagen presentaba, destacaban que se le había añadido una supuesta cabellera solo en su parte delantera rodeando al rostro, de pésima calidad y recubierta de papel; que al brazo derecho le habían añadido una antinatural tercera sección disonante para que la mano alcanzase la cabeza del Cristo; que su rostro había sido repolicromado por completo alterando tanto su coloración original como sus rasgos; y que la Imagen, que sorprendentemente no es de candelero, sino que presenta ropajes sencillos y esbozados, había sido brutalmente mutilada, seccionándola por debajo de la cadera para montarla sobre un taco desnudo con la finalidad de darle más altura, modificándole el giro natural que hacía originalmente hacia su derecha con dirección al rostro del Cristo y forzándola en su postura, girándola a la izquierda y obligándola a mirar casi al frente.

Molina señala que “ni las Madres Agustinas, ni los miembros de la Junta de Gobierno, ni yo mismo como restaurador, habíamos imaginado que nos encontraríamos con estas dificultades, así que nos reunimos en varias ocasiones y fueron siendo decididas las soluciones que se consideraron más adecuadas, acordándolas entre todos, de forma colegiada y teniendo siempre en consideración las directrices que como restaurador yo sugería y las aportaciones y sensibilidades que se creían debían ser tenidas en cuenta”.

De este modo, indica Molina, “fue eliminado el añadido de pelo para que la Virgen luzca un aspecto más natural y armonioso, fue igualmente suprimido el añadido del brazo derecho, y tras ello quedó claramente evidenciado que la mano ahora se dirige a sostener al Cristo por la espalda y no por la cabeza como lo hacía antes, se ha mantenido el repinte de la policromía con la finalidad de que la Virgen conserve el aspecto con el que se la conoce actualmente, y se ha eliminado el taco para que la Imagen se acople a su posición original”.

En referencia a la autoría de la obra, no ha podido constatarse documento, marca o firma que la confirme, pero Santiago Molina indicaba que “en mi contacto con la obra durante los meses que ha durado la intervención, puedo declarar que jamás había visto en una obra acabados tan precisos y exquisitos, detalles tan cuidados y calidades tan excepcionales que sólo pueden haber salido de la mano de una figura de primerísima fila, y no como un encargo cualquiera, sino de haberse tratado de un encargo excepcionalmente costoso y cuidado por el autor. Sus rasgos, características y el propio sentido común, me conducen inevitablemente a unirme al nutrido grupo de expertos que durante siglos han afirmado que es obra de la gubia del granadino José de Mora”.

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