Ha nacido un ángel

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Antonio Fernández Álvarez

Si la hubiese abofeteado le hubiera dolido menos, su indiferencia, la frialdad con la que tomaba la noticia que ella ilusionada le daba hacía que se sintiera abandonada y ninguneada, estaba noqueada no esperaba esa reacción de su amor, su vida. Se había enfrentado a sus padres, era solo una niña de dieciséis años cuando empezó a salir con él y el hecho de que fuera diez años mayor que ella había puesto a sus padres en contra  de esa relación. Ahora se sentía sola y no pudo evitar que sus lágrimas corriesen por sus mejillas. No quería o no se atrevía a seguir la conversación no había sopesado ni tan siquiera la idea de que a él no le ilusionase ser padre. Se dio media vuelta y se dispuso a marcharse, solo dijo unas palabras que serían las últimas que él oyese de su boca pues nunca más atendió sus llamadas, ni sus mensajes ni mucho menos a las citas que ella reclamaba, solo con la idea de saber si no solo abandonaba a ella o también lo hacía a su hijo, ese hijo que crecía en sus entrañas cuando aún ella no había alcanzado la mayoría de edad.

Convencida del rechazo hacia ella y su hijo, lloraba en su habitación, no sintió abrirse la puerta, solo la mano de su padre que la abrazaba por los hombros y le preguntaba que le ocurría, como cuando era pequeña rodeó a su padre con sus brazos y se abrazó enérgicamente para sentirse protegida, sollozó fuertemente durante un buen rato. Ya más calmada se sintió aliviada y le contó a su progenitor su amargura, temió un reproche, ya que él se lo había avisado, no se fiaba de ese tipo pero como cualquier jovencita de su edad pensó que su padre la trataba como una niña. Sin embargo su padre, secó las lágrimas que corrían por las mejillas de ella, la besaba como cuando era pequeña, eso hizo que se sintiese aliviada, las lágrimas volvían a sus ojos ahora no eran de amargura eran de amor, de un amor desconocido por ella hasta ahora pero que el ser que crecía en su entrañas le estaba mostrando, el amor de los padres hacia los hijos, de golpe comprendía todos los desasosiegos que sus padres le habían mostrado en los pocos meses que duró la relación con el padre de su hijo.

Cuando su madre llegó a casa, hablaron durante horas, ambos progenitores estaban de su lado, había decido seguir adelante con su embarazo, iba a ser duro, muy duro pero podría contar con ellos, fue un gran alivio sentirse apoyada, cierto es que gran parte de sus amigas la abandonaron cuando más las necesitaba pero a pasos agigantados iba descubriendo que el mundo es una gran farsa. Aparcó sus estudios en los meses finales de su embarazo porque no podía seguir el ritmo de las clases, ya que se agotaba y los médicos le habían recomendado reposo. Aunque a veces una sombra de dudas recorría su mente rápidamente era apartada por sus sentimientos de amor hacia ese pequeño que cada vez se notaba en su abultado vientre.

Abortar, nunca fue una opción, decía acaloradamente en una discusión que mantenía con su amiga Ana, ésta sería otra de sus grandes deserciones  sufridas. Ana pretendía hacerle ver cómo iba a cambiar su vida, le mostraba todo aquello que se iba a perder en plena juventud por su tozudez de seguir adelante con el embarazo, menor de edad, madre soltera, marcada en una sociedad hipócrita que sin duda a sus espaldas la criticarían, pero sobre todo los sueños rotos que se harían más inalcanzables por los obstáculos que presentaba su nuevo estadio. Ana sin duda sería la primera y no la última de las amigas que más daño le habían hecho criticándola hasta la saciedad y burlándose de su situación hasta que un día sintiéndose traicionada por los comentarios que le llegaban a sus oídos por parte de quien creía su mejor amiga se armó de valor y se quedó más ancha que larga cuando le dijo: – yo las pasaré putas por mi embarazo pero desde luego no soy ninguna puta-. Nunca más volvió hablar con Ana, pero reafirmó su a amistad con María a quien antes solo trataba de pasada pero que sí estuvo con ella cuando más lo necesitaba, era otra lección que aprendía a veces ponderamos aquellos que solo están con nosotros solo por interés y nos olvidamos que quien estaría siempre a nuestro lado.

Los meses iban transcurriendo lentamente su casa era su refugio y su ordenador era su escape al mundo exterior ya que sentía que su mundo se le había venido abajo y como prueba la pérdida de quien consideraba su mejor amiga y de otras por los comentarios que a veces tenía que soportar leer en la redes sociales. Así que buscó nuevos contactos, hizo nuevos amigos y encontró apoyo en Javier, un chico que conoció a través de internet, no era de su ciudad, pero los sábados se desplaza al pueblo de ella a visitarla, en todo momento ella le había puesto al corriente de su situación y aunque temió que fuese a sentirse herida en sus sentimientos demostró ser a la postre quien le ayudaría más positivamente.

La sonrisa, volvió a su cara, la fortaleza que ella tenía se veía aumentada por la alegría que le insuflaba sentirse amada y respetada en su decisión por Javier, que en los momentos más críticos la acompañó a sus visitas al ginecólogo y estuvo con ella cuando dio a luz, se sentía feliz.

Durante todo el día estuvo a su lado, y cuando nació su hijo en un giño de complicidad, ambos decidieron que le llamarían Ángel, para ella un ángel  había nacido de su entrañas para él era un ángel que con otra decisión de su madre no hubiese visto la luz, admiraba y quería a aquella chica que con diecisiete años daba a luz a un hijo que había sido objetado por su progenitor y que sin duda podría estar marcado para siempre, se preguntaba qué papel jugaría él en todo este infortunio. De momento estaba dispuesto a dar un poco de felicidad a quien la vida había situado en tal encrucijada y optó por la más valiente.

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